Cuando comienza un nuevo año, es una temporada en donde se respira una mezcla en el aire entre frustración por lo que no se logró el año anterior y por otro lado optimismo por el año que comienza. Vemos y escuchamos cualquier cantidad de motivadores que nos invitan a escribir los propósitos para este nuevo año y lo que es mejor (o no sé si tendría que decir peor), los propósitos para esta década que comienza.
En lo personal, aunque por mi profesión y personalidad soy un poco cuadriculada, me gusta organizar todo, darle una estructura, un tiempo, hacerlo medible, etc.; también me encanta el tema de las metas, sueños y demás; debo decirles que, especialmente este año, sentí que a veces tanta presión que hay impuesta en la sociedad por supuestamente alcanzar el “éxito”, puede llegar a ser extremadamente agobiante. Es agobiante porque se quiere medir a todas las personas como si fuéramos un muestreo estadístico para así tomar promedios y porcentajes; pero olvidamos que cada persona es un mundo único, olvidamos que mientras alguien puede estar comenzando un año con un nuevo sueldo y una posición, hay otro que acaba de perder su empleo y no tiene cómo pagar su renta; olvidamos que mientras alguien está viviendo su mejor momento como pareja, hay otra persona que está intentando mantenerse con vida porque su hogar se acaba de terminar. Olvidamos que hay personas a las que les acaban de decir que les quedan meses de vida, pero eso sí, sin importar nada de lo anterior, los mensajes que nos rodean son:
“¿Ya escribiste tus propósitos para este año?”, “este año sí cumple lo que escribiste en enero del año pasado”, “¿Qué lograste hacer la década pasada? Y por si fuera poco, todo esto acompañado por las redes sociales en donde aparentemente ves a todo el mundo lleno de optimismo y listos para un nuevo año lleno de sueños y propósitos por cumplir.
Por favor no me malentiendan, no tengo nada en contra de los propósitos, sueños, metas y la planeación, es más, me parece muy bien hacer esto, yo lo hago, pero en lo que sí estoy en contra es en la estandarización de esos propósitos, sueños y metas, porque creo que se ha creído que si tu lista de propósitos para este año dice cosas como:
Conocer dos países nuevos
Comprar mi apartamento propio
Abrir 5 sucursales de mi tienda
Casarme
Cambiar mi carro
Bajar de peso
Ir al gimnasio
Entonces es una lista admirable, retadora, inspiradora, etc. Pero y ¿qué pasa si tu lista no es así? Como se los mencioné anteriormente, acaso la persona sin trabajo, o enferma, la mujer o el hombre que están sumidos en el dolor ¿podrán escribir una lista así? Muy seguramente que su lista será muy diferente, quizás algo así:
Mantenerme con vida
Tener un lugar en donde vivir con mi familia
Sanarme
Encontrar paz
Sacar adelante a mis hijos
Bien, pues pensando en esas famosas listas de planes y propósitos que hacemos cada vez que comienza un año, sin importar qué diga nuestra lista, si es como la del primer ejemplo o como ésta última, la realidad es que hay algunos puntos o quizás en todos en los que de una u otra manera sentimos temor. Temor a fracasar, temor a ser rechazados, temor a no poder lograrlo, temor de decepcionar a otras personas, temor a la soledad, temor al dolor, temor a la muerte, temor al futuro, temor a la pobreza, temor, temor, temor…Y bueno, por lo general aunque lo sentimos, muchos creemos que ya hace parte de nosotros y que simplemente debemos aprender a vivir con nuestro temor o temores.
¿Pero en realidad debo vivir con mis temores?
Levante la mano quien no haya sentido temor a lo largo de su vida!, levante la mano quien no sienta temor por algo en este mismo instante!. Pienso que a diario nuestros temores se hacen evidentes, hay ciertas situaciones, noticias, pensamientos, decisiones o circunstancias que hacen que nuestros temores salgan a brillar, o más bien salgan a oscurecer.
Decidí escribir esta serie sobre el temor, porque siempre he visto al temor como un muro enorme que nos separa y que no nos deja ver lo que hay al otro lado de el. En muchas ocasiones de nuestra vida emprendemos algún camino o a lo mejor varios caminos que tristemente han terminado, ahí, en el muro del temor. Lo vemos tan grande, lo vemos tan fuerte, lo vemos tan impenetrable que quizás nuestra decisión la mayoría de veces ha sido, llegar hasta ahí, o mucho peor, regresar al lugar de donde veníamos.
De lejos, nosotros mismos nos criticamos por haber abandonado, por no haber hecho algo para atravesar ese muro, pero la verdad, humanamente creo que es la decisión más común que muchos hemos tomado, porque simplemente creo que cuando nos encontramos frente al muro, comenzamos a mirar qué elementos tenemos para escalarlo, romperlo, explotarlo, derribarlo, etc., y no encontramos nada que nos permita hacerlo y por lo tanto, una vez más, la decisión o “solución” por el momento es llegar hasta ahí.
Hoy no voy a hablar de cómo atravesar ese muro, por supuesto que lo hablaré a lo largo de la serie, pero hoy, quiero comenzar, valga la redundancia, por el inicio, por donde comenzó todo, porque creo que antes de pensar en atravesar ese o esos muros llamados “temores”, es necesario que primero identifiquemos, aprendamos e investiguemos: ¿Cómo llegó ese muro a nuestra vida?, ¿Quién lo puso ahí?, ¿Por qué es tan grande e imponente?, ¿De qué esta hecho?, ¿Realmente es tan grande como yo creo que es? o es más, quiero que inclusive podamos descubrir muros que ni siquiera éramos conscientes que teníamos.
En esta serie no hablaré de miedos o fobias, sino que hablaré de los temores que nos afectan e influyen en nuestro funcionamiento normal, en nuestro diario vivir, en nuestras decisiones, en nuestra paz, en nuestra salud, en nuestra vida!.
Hoy te quiero invitar a que conozcamos e indaguemos sobre esos famosos “gigantes” llamados temores, porque yo estoy convencida que aunque lleven mucho tiempo viviendo en nosotros, eso no quiere decir que tengamos que seguir viviendo el resto de nuestras vidas con ellos.
De este modo, voy a compartir con ustedes 3 preguntas que yo me hice sobre el temor, pues creo que si queremos derrotarlo, sacarlo, atravesarlo o vencerlo, necesitamos conocer al temor más de cerca, necesitamos conocer con mayor profundidad las características de esos muros.
Así que sin más preámbulos, comencemos!
1) ¿Yo nací con temores?
Investigando un poco sobre el tema, encontré que normalmente los temores los han dividido en dos grupos: innatos y adquiridos. Para responder a la pregunta, en este punto hablaré entonces de los temores innatos, es decir los temores con lo que nacemos.
La siguiente definición lo explica mejor:
“el miedo innato, se definiría como la sensación de temor que no nace de la experiencia sino que procede de la herencia genética de nuestros antepasados, siendo dicho miedo algo inconsciente y común en la gran mayoría de seres humanos.”
En otras palabras, todos nacemos con cierto tipo de temores, que vienen en nosotros de manera natural, de hecho, este tipo de temores son aquellos que “nos permiten evitar estímulos que nos pueden generar algún tipo de daño o perjuicio, activando nuestros sistemas para dar una respuesta rápida de huida o ataque.”. Es decir, estos temores innatos son aquellos que nos permiten salvar nuestras vidas cuando sentimos que estamos en peligro.
Los temores innatos más comunes son: Ruidos fuertes, oscuridad, alturas y caídas, extraños, separación y soledad, miedo a las tormentas, miedo a ciertos animales, olores, etc.
Una vez investigado todo lo anterior, pienso que estos temores innatos pareciera que no deberían afectar nuestro funcionamiento cuando ya somos adultos, pues puedo entender que es normal que un bebe se asuste o sienta miedo por un ruido fuerte, o que un niño sienta miedo a la oscuridad, o a cuando llega una tormenta; pero una vez crecemos y maduramos, entendemos que solo se trataba de un ruido, un cuarto oscuro o una simple tormenta y en ese momento, nuestros temores innatos no deberían entonces afectar nuestra vida en general. Pero, he aquí el asunto, y es que resulta que estos temores innatos son temores que evidentemente se verán afectados por nuestro entorno, por nuestros aprendizajes, experiencias y por supuesto por nuestros maestros de vida y de amor que por lo general son nuestros padres, cuidadores y demás personas que están presentes en nuestra infancia, generando entonces la evolución de muchos de esos temores o también la modificación de los mismos.
De este modo, surge mi segunda pregunta …
2) ¿De donde nace el temor?
Bueno, esta pregunta quise hacérsela a una de las personas con más conocimiento que he conocido y es mi amada profesora, Psicoterapeuta especialista en trauma la Doctora Ginette Eustache Olsen, ella muy amablemente contestó mi pregunta y por supuesto que quiero compartirla con ustedes, así que aquí va:
“En parte son innatos también otros son aprendidos. los temores son reacciones naturales en el ser humano en respuesta a la posibilidad de amenaza y/o peligro,
—ya sea percibido o real. Esas amenazas pueden ser internas, por algo que estemos sintiendo o recordando; también pueden ser externas, por lo que veamos, escuchemos, o sintamos a nuestro alrededor(gestos de personas, tono de voces, exceso de luces y ruido) y hasta eventos naturales.
Por eso los temores son variados. Pueden ser de corta o larga duración. Son necesarios porque protegen y previenen cosas que nos pudieran hacer daño.”
La siguiente parte de la respuesta es en donde se encuentra la raíz de muchos de nuestros temores de ambos tipos, tanto los innatos que son influenciados por los aprendizajes como también de los temores adquiridos…
“Los bebés nacen con esas reacciones innatas y de acuerdo a las respuestas y el consuelo que reciban de los adultos con quiénes se están apegando, (particularmente mamá o esa primera figura de apego) van a aprender a calmarse y así en el futuro podrán lidiar con cualquier amenaza o peligro que confronten y calmarse. Lamentablemente la mayoría de los adultos no recibieron ese entrenamiento y no aprendieron cómo calmarse propiamente; no se formaron las vías neuronales necesarias que permitirían que se Calmaran emocionalmente.
Además, muchos le pasan sus temores y miedos a quienes estén criando: hijos y hasta nietos.
Esta porción de su respuesta me permitió entender de dónde venía el temor, me permitió ver que el punto no está en el gran ruido que asustó al bebé, sino en la atención que recibió ese bebé cuando se asustó por ese ruido, pude ver que el temor surge de un bebé o un niño al que no le acompañaron o le prendieron una lucecita cuando todo estaba oscuro y así el pudiera ver que no había nada malo en ese lugar, pude entender que el temor surge cuando hay un bebé que no recibe suficientes abrazos, ni palabras de amor que le aseguren que no estará solo porque pronto mamá o papá volverán, entendí que el temor surge cuando hay un bebé que no se sintió protegido cuando vino una gran tormenta, entendí que el temor surge cuando un bebé está enfermo o sintiendo dolor y no hay nadie que le acompañe y le cure, enseñándole con amor que no está solo y que ese dolor se irá, entendí, que por esa falta de respuestas y consuelo, el mundo está lleno de adultos que un día fueron bebes a los cuales no les enseñaron a calmarse y no temer.
Para finalizar este punto, la respuesta de la Doctora Ginette termina diciendo lo siguiente:
“Lo ideal es que como adultos aprendamos estrategias que nos permitan distinguir cuando ese temor representa una verdadera amenaza y poder manejar la situación adecuadamente y disminuir cualquier daño posible, ya que también pueden obstaculizar nuestra manera de ser, de funcionar, de relacionarnos, etc., hasta nos pueden paralizar e impedir que logremos metas y propósitos de vida.
“ Por otra parte, si distinguimos que no hay peligro real, aplicamos destrezas útiles para calmar nuestro sistema de alerta detonado innecesariamente. Desarrollar habilidades sociales y emocionales nos permite hacer esas distinciones y fortalecer la capacidad de funcionar adecuadamente en relaciones maritales, familiares, laborales sociales y en el diario vivir.”
Qué importante que es aprender a distinguir nuestros temores, los que verdaderamente amenazan nuestra vida, los que son reales, los que como menciona ella, los que nos estén obstaculizando nuestra manera de ser, nuestro funcionamiento, nuestras relaciones y la realización de nuestras metas y sueños.
Así que, habiendo aprendido todo lo anterior sobre el temor, llega el momento de hacerme entonces la tercera pregunta…
3) Cuáles son mis temores?
Quiero decir que me gustó mucho haber aprendido sobre los temores, sobre todo porque por lo general todas las personas somos muy hábiles al momento de alentar a otro para que haga algo que lo atemoriza, así mismo somos prontos para juzgar los temores de otras personas, pero qué increíble que es el entender que siempre hay una historia detrás de cada vida, que siempre hay una raíz detrás de cada temor y me parece maravilloso aprender y comprender esto, no solo por el hecho de que podamos mostrarnos empatía unos a otros, sino sobre todo porque entender esto, nos permite ver que un cuarto oscuro no significa lo mismo para todas las personas, nos permite ver que una mirada, un gesto, un olor, un sonido, una palabra, no significa lo mismo para todas las personas.
Me gustó entender que decir la palabra “tranquilízate” es fácil cuando a ti te enseñaron a hacerlo, me gustó entender que animar a alguien a que salte de un peñasco es fácil cuando tu llevas toda la vida haciéndolo, me gustó entender que hay situaciones en la vida que nos paralizan, que nos asustan, que nos intimidan haciendo que nuestros temores salgan a relucir, y esto es normal.
Y si, es normal que todos tengamos temores, pero también es cierto que no necesariamente tenemos que seguir viviendo con ellos, también es cierto que muchos temores son innatos y otros adquiridos, también es cierto que no podemos devolver el tiempo y cambiar nuestra infancia, pero esto no quiere decir que estos temores no sean modificables o imposibles de derribar, esto no quiere decir que no podamos re significar (de esto hablaré en la siguiente publicación).
Por eso hoy, para terminar esta primera parte, quiero que hagamos el ejercicio de identificar nuestros temores. Hoy conocimos sus raíces, de dónde vinieron, cómo llegaron a nuestra mente y corazón, ahora necesitamos identificarlos porque solo así podremos hacerles frente.
Hagan de cuenta que hemos estado analizando los antecedentes de nuestros mayores enemigos, que hemos estado descubriendo cómo y en qué momento se construyeron esos muros en nuestra vida, que a lo mejor nos han hecho quedarnos inmóviles, estancados o en estado de amenaza constante.
Tómate unos minutos para identificar cuáles son esos temores más fuertes que sientes en tu vida, ¿en qué situaciones te sientes en riesgo?, ¿En qué momentos sientes que tienes que huir?, ¿cuál ha sido ese o esos muros con los que siempre te encuentras?
Escríbelos, tenlos presentes como ese objetivo a derribar, pues espero que durante esta serie podamos traspasar muros, romper murallas, saltar vacíos y sobre todo, tener paz y cumplir sueños!!.
Recuerda que no sabremos qué hay al otro lado del muro si nunca lo pasamos. Sé que no es fácil enfrentar nuestros temores, yo estoy enfrentando los míos y solo te puedo decir que no es fácil, que puede ser confrontante y en algunas ocasiones doloroso, pero sin duda alguna, también puedo decirte que vale la pena cada batalla, porque entonces tú tomas el control, porque entonces ya no te intimida, porque entonces… se abre el camino!
1) www.psicologiaymente.com, Silva, B.A., Gross, C.T. & Gräff, J. (2016). The neural circuits of innate fear: detection, integration, action and memorization. Learning & Memory, 23 (10): 544-555.
2) www.psicologiaymente.com, Silva, B.A., Gross, C.T. & Gräff, J. (2016). The neural circuits of innate fear: detection, integration, action and memorization. Learning & Memory, 23 (10): 544-555.
Desde mi alma hacia la tuya
Adry
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